Algunas crónicas del viaje UK15

Volando más allá de las nubes
El 13.06.15 comenzó mi viaje de estudios, como indicaba el pasaje, este viaje terminaría el 1.07.15. Faltaba mucho por recorrer, un viaje por empezar, aventuras por tener y anécdotas por crear, pero ahí estábamos todos, reunidos en el Aeropuerto Islas Malvinas, los 42 alumnos y los 3 profesores. Todos con ganas, emocionados, nos brillaban los ojos, felicidad, nostalgia. Todos lo esperábamos, y sabíamos que estábamos a minutos de despegar hacía una aventura que veníamos esperando hacía cinco años.
Nuestro camino hacia otro continente, otra cultura, otro idioma, otro país, había comenzado. Ya estábamos todos en el avión, la primera vez para muchos, la primera vez que volaban, qué lindo fue volar con ellos, nuestras caras, felicidad sin dudas, volamos, más allá de las nubes. Nosotros volamos con la imaginación, nos planteamos situaciones, pensábamos cómo hablar, si íbamos a entender, si ellos nos iban a entender, nervios, pero el saber que estábamos todos en la misma situación, en el mismo camino, la misma dirección, nos tranquilizaba, lo disfrutábamos.
Llegamos a Heathrow, el aeropuerto de Londres, ya estábamos ahí, no lo creíamos “¿Ya llegamos?” “No caigo” “¿Estamos realmente acá?” nos preguntábamos con los ojos brillosos de la emoción y con sonrisas indisimulables, la curiosidad de salir de ahí, ver, conocer, era cada vez mayor en todos nosotros. Un viaje de tres horas con dirección a Shrewsbury nos esperaba, o nosotros lo esperábamos más que nada.
Cinco días en Shrewsbury, se pasaron como si nada, no nos dimos cuenta. Un día estábamos en Liverpool conociendo la ciudad y sobre todo, llenándonos de la historia de The Beatles. Al otro día, Alton Towers, uno de los mejores parques de montañas rusas de Europa, no pude parar de pensar en esta frase mientras estábamos ahí “La vida es como una montaña rusa: subes, bajas, ríes, lloras, gritas, te desesperas, y al final después de ver el camino recorrido solo te queda una sonrisa en los labios y la satisfacción de saber que tuviste el valor para subirte”. Y nosotros nos habíamos subido, todos juntos, a este gran viaje que yo sabía que iba a estar lleno de eso.
Luego, en Chester, recorrimos en esos colectivos de dos pisos, primera vez para mí. Luego, Manchester, una señora nos dio un recorrido a pie, solo me queda grabado el orgullo con el que esa mujer hablaba de su ciudad.
Al otro día tuvimos el Challenge of Management. A mí me paralizaba el solo hecho de pensar que iba a tener que presentarme ante gente que yo no conocía, chicos de mi edad y un team leader. ¿Cómo serán? ¿Qué pensarán de mí? ¿Me costará hablar? ¿Me tocará sola? Eran preguntas que no paraban de dar vueltas ni un solo segundo en mi cabeza.
Me acerco a Florencia, con miedo, le pregunto si los grupos podían ser de a dos. Me mira, me dice que iba a tratar de ponerme con alguien si me llegaba a tocar sola, me tranquilizo, me sentí bien, necesitaba escuchar eso.
Llegamos al colegio, rápidamente voy a fijarme en el papel con quién me había tocado, leo nombres, George, Guglielmo, Susy, Barnie, Farhana.. no me decía nada, solo nombres escritos en un papel, solo tinta de impresora con unos nombres y el mío incluido. Vuelvo a mirar, seguían esos nombres ahí, el mío también, pero me tranquilizo cuando leo el nombre de Alejandro Piedrabuena. La seguridad volvió, no me pudo haber tocado con alguien mejor.
Llego el momento, yo estaba pensando en otra cosa cuando escucho un “Manu Suárez” pronunciado con dificultad, así aparecía mi nombre en el papel, así me llamaron. No conocían el nombre Manuela, por lo cual desconocían que Manu era la abreviación del mismo. Con Alejandro nos unimos a la ronda, se presentan todos, ahora esos nombres escritos en un papel tenían cara, tenían voz, me intrigaba conocerlos en profundidad.
Comenzaron los juegos del Challenge of Management, para la hora del segundo juego, ya había entrado en confianza, ya no me preocupaba ni mi pronunciación, ni mis trabas, estaba muy bien con esos chicos, me divertía. Algunos eran de Italia, otros de Inglaterra, y había una musulmana, Farhana. Fue con la que menos compartí ya que se ausentó en el almuerzo y en la cena. No lo noté hasta el almuerzo de la cena, le preguntó a Guglielmo, el chico de Italia. Él me cuenta que su religión, según la época del año, le prohíbe comer mientras haya luz solar.
Me quedé sorprendida, me sentí ignorante, no conocía de su religión en lo absoluto, compartí un día entero con alguien de la cual no conocía nada al respecto. Ahí comencé a sentir curiosidad por esos chicos, empecé a preguntar más, conocí, me sorprendí. Ahora tengo sus Facebook, y me gustaría algún día compartir algo más que un recuerdo de aquel en el Colegio de Shrewsbury cuando nos conocimos en el Challenge of Management.
Nuestro viaje siguió y el pasaje de vuelta decía la misma fecha que el primer día 1.06.15. La última noche, Tomás Dachesky compartió algo con nosotros que me hizo emocionar y me hizo pensar, él expresó que este viaje no se terminaba ahí, sino que nos iba a acompañar por el resto de nuestras vidas.
Manuel Suárez

Puntting Tour
Uno de los mejores viajes de mi vida comenzó el día 13 de junio del 2015. No se puede explicar en palabras lo que fueron esos 17 días con compañeros que conozco hace más de 10 años, algunos considerándolos más amigos que a otros, pero a pesar de eso pude conocer mejor a grandes personas que antes solo los consideraba como compañeros. Este viaje a mi parecer nos unió y nos permitió conocernos más fuera del ámbito escolar, más allá de que fue un viaje de estudio.
El viaje giró en torno a conocer estructuras, museos, lugares, culturas, comidas, por Gran Bretaña realmente espectaculares, mas a allá de que no me gusten los museos fue algo totalmente distinto, es decir, lo hizo más interesante ir a con mis amigos que si lo hubiese hecho con mi familia. Fue conocer un continente totalmente distinto, un primer mundo, con amigos, nada mejor.
Fueron tantos momentos inolvidables y graciosos que no sé cuál describir, fueron momentos que me encantaría volver a vivir con personas que valen la pena conocer más allá de las peleas que siempre hay, pudimos resolverlas al tiempo dando lo mejor de cada uno, conteniéndonos y ayudarnos, haciéndonos reír. Fue algo, como dije antes, inexplicable.
Uno de los momentos de mayor paz que tuve, fue en Cambridge, aunque estuvimos tres horas únicamente porque estábamos de paso hacia Londres. Fue algo que me encantó de lo tranquilo que era. Hicimos un Puntting Tour por el río Cam lo que nos permitió disfrutar de unas fantásticas vistas de la Capilla de la universidad del rey, La Biblioteca Wren en el Trinity College y el Puente de los Suspiros.

Si alguien quiere imaginarse cómo fue ese momento, lo puede relacionar con las góndolas en Venecia a pesar de que sean lugares tan lejanos entre sí.

Viajar es único
Viajar es único. Es esa experiencia nueva de descubrir aquello que antes no llegaba a nosotros. Una sensación completamente asombrosa.
Con la compañía de amigos es aún mejor. Aquella noche en Londres en la que todos corrimos desenfrenadamente a tomar las calles de Picadilly Circus con disfraces es una de esas noches que uno experimenta esa sensación de la que hablo. ¿Cuarenta y dos personas al libre albedrío en medio de una de las capitales más importantes del mundo? No, cuarenta y dos amigos sin miedo a nada sueltos en la selva inglesa con un solo objetivo: divertirse. Con ese plus personal de que ese mismo día era mi cumpleaños. Las personas pasaban, miraban, y hasta se unían a la fiesta. Esa noche era de las que jamás se olvidan, porque cambian la vida de uno. Decir que nos divertimos es muy poco, esa noche no solo descubrimos Londres, nos descubrimos a nosotros. Descubrimos que somos nuestra felicidad y que hay que explotarla sin temor. También descubrimos lo rápido que uno puede aprenderse la Marcha peronista en una sola noche. Cumbia, reggae, electrónica… usted nómbrelo, pero lo que más se escuchó esa noche fueron nuestras voces, nuestra fiesta.
Pero también viajar se trata de encontrar otra sensación: la relajación. Será difícil olvidar esa tarde en Cambridge a bordo de ese bote, recorriendo el rio Cam, viéndolo todo… los hermosos edificios de la ciudad, los graduados celebrando su respectiva fiesta, los patos entrometidos que se acercaban al bote con curiosidad. Jamás creí que podía dejarme ir de esa manera, donde lo único que escuchaba era el sonido del bote rompiendo las aguas del río. Los problemas en ese momento fueron cosa del pasado, las preocupaciones se volvieron objeto de risa, ya nada creía importante el momento que mis pies aterrizaron en ese bote. Cuando dejé el bote, sabía que esta ciudad estaba hecha para mí, su sencillez en todos los aspectos de la vida era lo que me dejaba en claro que Cambridge era una ciudad especial. No necesita de grandes nombres más que el suyo.
Conocí una nueva sensación: el dolor que lleva a la risa. La noche de ice skating en Londres fue una noche de caídas, pero también de risas. Estaban quienes manejaban la pista como profesionales, los que aprenden rápido, y los que jamás aprenden. Entusiasmado pero también con miedo me adentré a esa pista e intenté mantenerme en pie por más de dos segundos. Fallé miserablemente pero por suerte no fui el único. Claro que el momento en que mis piernas comenzaban a tambalear sabía lo que venía después: una caída estrepitosa hacia el hielo. Pero lo que luego le seguía valía todas las caídas que sufrí: carcajadas, una tentación de reírse sin poder parar que desconcentraba a cualquiera alrededor y provocaba un efecto domino. Mis piernas pasaron factura luego de eso, pero mi mandíbula fue la que más dolía por las risas.
Aprendí que un viaje también es momento de detenerse a pensar, a valorar lo que uno tiene alrededor y quienes están ahí para uno. El Museo de Guerra en Londres me recordó que los enfrentamientos le quitan a uno más cosas de la que puede ganar. El 4to piso de ese museo jamás se irá de mi memoria, un piso sobre el Holocausto, con imágenes y palabras que llenaron mis ojos de lágrimas. Miles de personas perdieron a quienes amaban y conocían por la guerra, por culpa de unos pocos es injusto que la mayoría pague. Eso me recordó que este viaje es también para saber perdonar pero jamás olvidar, a apreciar a las personas que me rodean porque nunca se sabe qué giro misterioso puede tomar la vida.
Creo que lo que más me asombró del viaje fue que la felicidad no cuesta nada. Buenos amigos es lo único que se necesita para lograr lo que uno se propone, que es divertirse a más no poder. Me llena de orgullo poder escribir estas palabras porque significa que tengo un momento genial para atesorar, ese momento en que lo pequeño era suficiente para asombrarme, en que desde las largas caminatas hasta las siestas de dos horas en el colectivo de nuestro querido chofer John son cosas que también fueron parte de un viaje único. Jamás perdí la capacidad de llenar mis ojos de asombro, a pesar de ver los grandes símbolos ingleses como el Big Ben o el London Eye en fotos, quedé boquiabierto viéndolo todo en vivo. Muchos podrán decir que este viaje termina cuando pisamos Ezeiza, pero yo creo que ese viaje seguirá con nosotros en nuestra mente y corazones, vivirá con nosotros y morirá con nosotros.

Tomás Dachesky

On ice
Luego de recorrer las distintas localidades planeadas en el viaje como Shrewsbury, Liverpool, Chester, Manchester, Stratford upon Avon y Cambridge, arribamos a Londres. Allí los días eran largos, nos despertábamos temprano, desayunábamos en la residencia en la cual parábamos, visitábamos museos, iglesias, hacíamos tours por los más importantes sitios, almorzábamos en algún que otro parque, íbamos de compras por la famosas calles de Oxford street, Picadilly Circus, Covent garden… y ya llegando la tardecita, iniciábamos la vuelta hacia la residencia para cenar… todo casi sin tomarnos un respiro, puesto que estábamos acorralados por el tiempo y los horarios ya planificados.
Uno de los días durante nuestra estadía en Londres, al finalizar nuestro recorrido pensado, dejando de lado nuestro cansancio, simulando tener la misma energía que a las ocho de la mañana, decidimos ir a hacer ice skating, así que inmediatamente nos tomamos un subte, uno de los tantos que nos tomamos en todo el viaje, y partimos hacia un lugar de entretenimiento donde había distintas actividades, ya sea bowling, tejo, máquinas expendedoras, entre otras. La mayoría optó por animarse y ponerse los patines.
Había quienes ya lo habían hecho alguna vez y otros que, sin poder disimular, no habían puesto sus pies, ni siquiera, sobre un par de rollers. Sin embargo, esto fue lo que lo hizo aún más gracioso.
Iara Wheeler

Un viaje para no olvidar
Cuando uno piensa en un viaje de egresados, en Argentina, todos se imaginan Bariloche, nieve, fiesta y lo más importante los amigos, pero nosotros tuvimos la oportunidad de hacer algo diferente, nuestro viaje fue a Inglaterra. Desde el inicio hasta el final no solo fue diversión sino también aprender sobre el país y las ciudades que visitamos. Poder haber recorrido este país fue una de las mejores experiencias de mi vida no solo porque fue la primera vez que visitaba estos lugares y pude aprender parte de sus historias sino que lo pude hacer con personas muy importantes en mi vida.
Reducir esta crónica a solo un momento no basta. Pero uno de los momentos que más recordare sobre el viaje es la visita a la ciudad de Manchester. Es una ciudad muy linda para recorre y un pasado muy entretenido, esta ciudad en la época de la revolución industrial había sido el centro algodonero del país y, gracias a la organización y desarrollo de esta, el símbolo que lo representa es una abeja obrera. Visitamos el hotel en el que Hon Charles Stewart Rolls y Frederick Henry Royce se juntaron para formar la famosa compañía de autos Rolls Royce Limited, y para los que les gusta la química como a mí vimos un callejón dedicado a John Dalton, el padre de la química y, siendo una ciudad en la que dos grandes equipos de fútbol nacieron, no podía faltar un gran museo dedicado a este hermoso deporte.
Pedro Ramón

CHALLANGE OF MANAGEMENT DAY
El día empezó en el Premier Inn Hotel donde todos mis compañeros y yo nos vestimos con el uniforme formal del colegio, de saco y corbata los hombres y las mujeres camisa y corbata, para luego comenzar nuestra caminata matutina a través de la ciudad de Shrewsbury atravesando el río Severn para luego llegar al colegio.
Todos desayunábamos en la cantina y compartíamos el mismo espacio que los alumnos del colegio. Cuando llegábamos a la cantina cada uno agarraba una bandeja e iba sirviéndose lo que quería para desayunar, en mi caso yo siempre tenía un yogur, un croissant, panceta, un bol de cereales con leche y una chocolatada.
Luego del desayuno nos dirigimos al salón de actos del colegio para formar equipos de trabajo con alumnos de 6to año, quienes tenían nuestra misma edad. Cada grupo estaba conformado por entre 6 y 8 personas y un mayor que proporcionaba su ayuda al grupo. El equipo tenía 1 o 2 alumnos argentinos del Colegio San Bartolomé y el resto eran ingleses del Shrewsbury School. Los mayores que ayudaban en los equipos estaban relacionados con el colegio de alguna manera, eran exalumnos, padres de alumnos o profesores del colegio. Mi equipo estaba formado por 6 alumnos ingleses, 4 hombres y 2 mujeres, más una compañera mía y yo (2 argentinos), al mayor que nos ayudaba eran un exalumno del colegio.
Durante el Challange teníamos que enfrentar 4 desafíos que luego serían sumados para obtener un puntaje final de cada equipo para saber quien había sido el mas productivo. En el salón de actos había mas de 30 equipos todos competiendo contra todos. Los grupos estaban divididos en 4 colores y en cada color había una subdivisión de ”A“, “B”, ”C” y “D”.
El primer challange se trataba de construir una torre de ladrillitos de lego que simulara ser un importante edificio de una empresa de telefonía. El objetivo del desafío era construir la torre más alta posible con la menor cantidad de ladrillitos posible, teníamos unos minutos para pensar en nuestra técnica de armado y construir un poco para probar. En ese momento comenzó la interacción con los demás miembros del equipo, comenzar a fluir las ideas y las sugerencias de como sería la mejor manera de construir la torre, el mayor que nos ayudaba también empezó a cumplir su función y nos dio una idea para la base de la torre donde se aprovechaba un montón de espacio que nosotros estábamos perdiendo. A mi compañera le costó un poco más empezar a hablar con el resto de los integrantes del equipo, puede ser porque eran todos hombres salvo una chica. Cabe destacar que nuestra torre fue un completo fracaso al lado de las demás torres que habían alcanzado una impresionante altura de casi dos metros de altura, pero esto no desanimó al equipo y continuamos con el siguiente desafío.
Para el segundo desafío nos tuvimos que mover a un salón de clases donde solo estaba el equipo para tener un poco de privacidad al trabajar, no sin antes recibir una explicación de que se trataba el 2do challange. Este consistía en administrar tres locales de heladería y cada grupo tenía que tomar decisiones con respecto a cuantas cajas de helado comprar, a qué precio vender el helado, un nombre para la heladería y un logo.
En el salón de clases mi grupo se dividió en dos, una parte financiera que se encargaba de las cuentas y las decisiones matemáticas de la empresa y una parte artística que se encargaba de pensar en el logo y el nombre de la heladería, yo me ubiqué en el grupo artístico ya que la matemática no es lo mío, y mi compañera se fue al grupo financiero.

Felipe Maffei

El viaje de los sueños
Mi viaje comenzó el 13 de junio de 2015. A partir de ese día empezó uno de los más memorables viajes que voy a tener a lo largo de toda mi vida. Visitamos distintas ciudades, entre ellas: Shrewsbury, Liverpool, Manchester, Bath, Oxford y, por ultimo, Londres. De cada uno de ellas, me llevo un recuerdo distinto, lo que hace que este sea aun más memorable. El 24 de junio llegamos a Londres, una de las ciudades más importantes y reconocidas del Reino Unido. Esta ciudad estaba repleta de personas de otros países, por lo tanto se veían distintas culturas y costumbres. El 25 por la noche, buscando alguna actividad para hacer, decidimos disfrazarnos. Algunos disfraces previamente planificados y otros improvisados en el momento. Una vez ya cambiados, nos subimos a un subte. Las personas que estaban adentro se veían sorprendidas de la cantidad de personas que estaba por subirse al subte, con música fuerte y encima disfrazados. El subte nos llevo hasta Oxford Street, a partir de la cual comenzó nuestro recorrido. Íbamos por las calles de Londres como si fuera nuestra ciudad, cantando, saltando, bailando. Esto llamó mucho la atención de los habitantes de esta ciudad, ya que para ellos no era algo normal. Tuvieron una reacción sorprendente para mí, se acercaban a nosotros y nos filmaban o nos pedían que nos saquemos fotos con ellos. Empleados de los distintos negocios nos invitaban a ingresar a los mismos y recorrerlos. También bailamos con un rapero, el que estaba rapeando en la calle. Junto con esto estábamos festejando el cumpleaños de uno de mis compañeros, quien se vio feliz de pasarla de esta manera. Llegamos a Picadilly Circus. A medida que recorríamos las calles de Londres, aparecía más y más gente. Algunos de los chicos que se disfrazaron de mujer tuvieron admiradores, quienes no los dejaban de seguir. Personas se sumaron a nuestro festejo y nos acompañaron en algunas cuadras. Estudiantes de alguna universidad relacionada con la fotografía, nos siguieron gran parte del recorrido con sus cámaras, sorprendidos por lo que estaba pasando. Nuestra idea no era pasar tanto tiempo caminando, pero como estábamos tan entretenidos caminamos por más de dos horas. Nuestro punto final fue Covent Garden. Ahí iniciamos la vuelta a la residencia ya que nos dimos cuenta de que los subtes terminaban de pasar a cierto horario, del cual estábamos muy cerca. Por lo tanto tuvimos que correr hasta la estación de subte más cercana y regresar.

Julia Cirione

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